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Si en este post, quiero escribir sobre lo saludable que es dejar ir.  Y en este dejar ir hablamos de relaciones tóxicas que nos empeñamos en mantener, sentimientos que nos atormentan, recuerdos que aparecen de la manera más inesperada y nos duelen, se clavan como aguijones y nos hacen embuclarnos en un torbellino de culpa-ira que no nos ayuda en absoluto.

El dejar ir es como el cese fulminante de una presión interna, un peso que cae con todo. Suele ir acompañado de una sensación de ligereza, libertad y felicidad. No os ha pasado alguna vez que cuando hemos cerrado un capítulo con algo (bien sea un trabajo que no te llenaba), o con alguién, cuando eso pasa nos solemos sentir más ligeros, más livianos, con menos peso y con mejor humor. Esto incluso lo podemos extrapolar a las discusiones. Estamos enfrascados en una discusión, y de repente para dejar ir, nos ponemos a reir. Esto es inmediato, la presión del momento disminuye drásticamente, y «dejamos ir» esa discusión para entrar en una conversación más constructiva, y sin la presión anterior.

Como muchas cosas en la vida, este dejar ir se puede aprender. Bueno, la técnica para ello, consiste en soltar conscientemente y frecuentemente a voluntad. Trata de cambiar el estar dominado por tus emociones por hacerte cargo de ellas. En el primer punto, estás sometido. No tienes capacidad de reaccionar de manera diferente y eres víctima de ellas. En el segundo, estás empoderado, puedes hacer algo con ellas. Son tuyas y las puedes gestionar, puedes decidir no dejarte llevar por ellas. Ahí radica la libertad y el poder.

Si nos analizamos, y analizamos la historia nos daremos cuenta de toda nuestra existencia se basa en gran parte en escapar de nuestros miedos internos, y en las expectativas proyectadas sobre el mundo.  Tenemos miedo de nuestros sentimientos porque tienen una gran cantidad de negatividad y tememos quedar sobrepasados por ellos. Los miedos tratamos de evitarlos, pero siguen estando a ahí. Tenemos miedo de mirar más hondo, tenemos miedo a diseccionar esos miedos, a asomarnos a ellos. Al final, acaban acumulándose. Realmente lo importante no son los hechos dolorosos o los pensamientos que los acompañan, sinó los sentimientos que subyacen. Ellos son los responsables del dolor. Es la presión acumulada de los sentimientos lo que provoca los pensamientos. Visto de otra manera, nuestro cuerpo mental genera unas emociones acorde a la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos, y es a partir de esas emociones que formamos nuestros pensamientos.

Un sentimiento puede crear miles de pensamientos durante un tiempo. Recuerda algo doloroso de tu vida, ¿podrías identificar los pensamientos asociados a ese evento a lo largo de tu vida?. Ahí radica en parte porque algo que nos sucedió hace tiempo todavía nos sigue martirizando. Si pudiéramos entregar la sensación de dolor de ese recuerdo y el dolor asociado todos esos pensamientos desaparecerían al momento. Gray-Violette en 1981, demostró que el tono de los sentimientos organiza los pensamientos y la memoria. Es decir, los pensamientos son archivados en el banco de la memoria en relación a los diferentes matices de los sentimientos asociados a esos pensamientos. Por lo tanto, cuando renunciamos o soltamos un sentimiento, nos estamos liberando de los pensamientos asociados.

El gran valor de saber cómo dejarlos ir es que todos y cada uno de los sentimientos puedan ser soltados en cualquier momento, en cualquier lugar, de manera continúa  y sin esfuerzo.

Así que os invito este verano a dejar ir y ver que pasa. Y podeís preguntaros  ¿qué técnica podemos utilizar?. La que vosotros descubraís. El poder de la autoobservación y de la intención serán clave para este proceso.

Y con esta reflexión de Louis Hay…para pensarla, sentirla, intuirla